Aprender a decir sí

Es difícil decir sí a la vida, porque te han enseñado a decir no.

Y el condicionamiento es muy antiguo. Y no sólo está ahí el condicionamiento que no te permite decir sí, hay un mecanismo interno que tampoco te deja hacerlo.

Cuando un niño nace dice siempre sí. Poco a poco, a la vez que comienza a sentirse un individuo, surge el no. Cuando el niño empieza a decir no puedes estar seguro de que acaba de nacer su ego. El ego no puede existir sin decir no, por eso todo niño tiene que decir no. Es una necesidad interna para convertirse en un individuo. Si el niño sigue diciendo sí a todo, nunca se convertirá en un individuo, su ser nunca tendrá ninguna definición. ¿Cómo será capaz de definirlo?

El “sí” no te da ninguna definición, el “no” te define. Cuando dices no, sabes que es el “yo” diciendo no. Cuando dices sí, no hay un “yo” en ello.
Cuando dices sí la vida, tú sigues siendo uno. Cuando dices no demarcas una línea, te impones.

Ese es el significado de la historia bíblica de Adán desobedeciendo a Dios, decir no. Es una necesidad, de otra forma Adán nunca se hubiera separado de Dios. Nunca hubiera tenido individualidad; hubiera permanecido como algo vago, una especie de nube, algo nebuloso. Tuvo que decir no, desobedecer, rebelarse. Y recuerda, esto no es algo que sucedió en el pasado y sólo una vez; sucede con cada nuevo Adán, con cada nuevo hijo del hombre.


Todos los niños viven en el jardín del Edén durante unos meses, unos años, y luego, poco a poco, tienen que negarse, tienen que rebelarse, tienen que desobedecer. El padre dice: «¡No hagas esto!», y el niño tiene que hacerlo sólo para decir: «Soy yo mismo. No puedes continuar dándome órdenes de ese modo. No soy tu esclavo. Tengo mis propias preferencias, tengo mis propios gustos». A veces el niño hace incluso algo que no le gusta demasiado, pero tiene que hacerlo porque el padre le está diciendo que no lo haga.
Hay un momento, una estación para decir no, y hay un momento para aprender a dejar ir los noes innecesarios.

De otra forma nunca alcanzarás la unidad con lo divino.

Entiende sólo de qué se trata: el no te ayuda a separarte de tu padre, de tu madre, de tu familia, de tu sociedad. Es bueno -mientras dura está bien-, pero luego llega un día en que tienes que aprender a decir sí a Dios, sí a la existencia.

Si no, permanecerás siempre separado, y la separación produce sufrimiento, crea una especie de conflicto con la vida, una lucha.

La vida se convierte en una guerra. Y la vida no debería ser una guerra, debería ser una alegría relajada. Por eso un día uno tiene que decir sí.

Osho

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