Todo depende del cristal con se mire


Ser mamá es la bendición más grande que puede existir. Gestar esas criaturitas dentro de nuestro cuerpo es aceptar la responsabilidad de ser cocreadoras del proyecto más altruista que pueda existir: dar vida. Ser mamá es una experiencia maravillosa y a la vez un gran reto, ser mamá es emprender un viaje con los ojos cerrados pero con el corazón abierto de par en par. A ser mamá se aprende por "prueba y error", pero poco a poco nos vamos dando cuenta de que esas personitas no solo son unos grandes maestros sino que también se convierten en los motivadores más influyentes en nuestras vidas. Y es que los niños vienen al mundo con una sabiduría innata que solo pueden percibir los que estén dispuestos a aprender de ellos.

Recientemente tomé un curso de introducción a la nutrición ayurvédica, (de más está decirles que es algo fascinante). Luego de las primeras clases me di cuenta inmediatamente de que la dedicación y el tiempo que nos tomábamos cuando niños para masticar a cabalidad cualquier bocado, resistiendo pacíficamente cualquier manipulación externa, (como el famoso "avioncito" o un menos cariñoso "traga rápido y cállate") era algo que nuestro cuerpo sabía hacer perfectamente sin necesidad de que alguien nos enseñara. Masticar despacio los alimentos y comer poco a poco es una de las recomendaciones ayurvédicas para gozar de una buena digestión, al igual que ingerir pequeñas cantidades de alimentos cada 3 o 4 horas, como los bebés, para mantener el metabolismo activo. Observando a los bebés, es fácil llegar a la conclusión de que traemos instalado de fábrica en el "disco duro" todo lo que necesitamos para vivir una vida alegre, plena y saludable.

Veamos ahora qué podemos aprender sobre las emociones... El llanto y la risa son las únicas vías de comunicación que posee el bebé con el mundo exterior y puede pasar de un llanto desconsolador a una incondicional carcajada en cuestión de segundos, al ser atendidas sus. Sin importar el nivel de frustración o disgusto que pueda sentir cuando no entendemos lo que quiere expresar con su llanto, bien sea su deseo de ser alimentado, protegido, mimado o un simple cambio de pañal, el bebé agradece sin rencores una vez satisfechas sus necesidades. Cuando somos bebés no nos aferramos a las quejas ni las convertimos en historias que cargar de por vida. Los bebés viven las emociones en su momento pero no cargan con ellas. Una vez que el descontento o la incomodidad han dejado de ser parte de su "presente", los bebés son libres para lo que venga. Los bebés jamás ocultan ni su enfado ni su alegría y, con esto, nos enseñan que no debemos ignorar lo que sentimos, las emociones agradables y las que no lo son hay que vivirlas siempre en su momento.

Para un bebé todo es nuevo, desde un simple botón hasta un inmenso avión. Un bebé se maravilla por todo lo que le rodea y es difícil que pierda su capacidad de asombro y admiración, porque en nada (mucho menos en sus padres) busca perfección. La capacidad de asombro de un bebé es la que alimenta su espíritu aventurero y decidido. El bebé ama lo que hace con intensidad, al punto que, habiendo fallado innumerables veces sus intentos por caminar, tarde o temprano lo logra. Y lo logra porque a tan corta edad, la pasión por alcanzar sus metas no depende de nadie más, sino de él mismo.

Como adultos, muchas veces nos desmotivamos cuando algo no se nos da de buenas a primeras y, en muchos casos, abandonamos una relación, un proyecto o un sueño porque lo hemos intentado varias veces sin éxito. La próxima vez que nos sintamos desmotivados, recordemos el entusiasmo y pasión con que un bebé se levanta una y otra vez hasta que logra caminar y luego por sí solo y nos daremos cuenta de que los bebés también nos enseñan a aprovechar al máximo la capacidad innata que tenemos los seres humanos de persistir y que el camino hacia nuestras metas es mas fácil conquistarlo paso a paso.

Erika Ruiz
Risoterapia
Maestra Certificada en Yoga de la Risa
Facilitadora de Health Rhythms®

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